Las siento volar
ramas del árbol de mi vida
helechos de sauce llorón
resquebrajadas de los
prejuicios.
Se ondean al oeste
de un oscuro conurbano
despertando, talvez,
bellas artes de una juventud
que muta.
Todo lo que muestran sus
largas curvas
se limitan a no ser mas que
aluviones
palabrerios de mentes
alienadas,
pensamientos ajenos
jamas compartidos
siempre practicados,
nunca aceptados.
Cuando así lo demandan,
cuando la conciencia y el
temple
y no lo terco y y lo piedra
las acompañan,
se les sonrrojan las virutas
de unos troncos que son y
fueron,
que si, ya gastados, putridos,
casi como pisados, magullados,
arrastrados, estirados en un sobre esfuerzo
y si, vueltos a pisar,
por el aprecio
el aprecio de tanta chusma,
tanto muerto en vida que se
anda por ahí
hostigando al respeto,
reprimiendo los valores,
usurpando lo que de
independiente moral te sobra,
y haya vos
tus ramas altas.
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